sábado, 29 de enero de 2011

AMISTAD



Amistad: nombre común y abstracto.

Y como tal nombre que es abstracto tiene infinidad de interpretaciones. Algunos oyen sus variantes a diario..."¡hey, amigo!", pero realmente dudan de su existencia. Otros creen a pies juntillas que Amistad caminará con ellos siempre..."tú y yo amigos para siempre"..., pero ¿qué es realmente?
Desde mi experiencia Amistad tiene dos caras, Amistad es lo que das y lo que te dan a cambio, Amistad no se compra, Amistad se cultiva. Amistad no es infinita, Amistad a veces es amarga, Amistad a veces viene acompañada de Amor, Amistad es ilusoria, traicionera, pero a la vez amable, sincera, curativa. Amistad no es visible, Amistad vive en nosotros.
Amistad ve la realidad a través de los ojos de Confianza. Ella es esencial, sin ella Amistad muere. A veces llega Traición con Ambición y juntas hacen que Amistad quede en segundo lugar para una persona, pero si Amistad tiene peso, siempre le pedirá a Perdón ayuda para rescatar de nuevo a Confianza.
Amistad es muy sensible. En los días buenos ríe, a veces hasta llorar de emoción, o llora hasta acabar riendo de impotencia.
Amistad va a todos los eventos, le encanta ponerse su traje de gala y hacerse notar. Ella manda miradas, gestos, palabras de afecto entre los presentes.
A Amistad no le gusta Soledad, le da miedo. Y cuando esta llega, muchas veces Amistad se retira, dejando tras de sí la estela de Desilusión. A veces también esto pasa cuando Problema manda a su ejercito de Inconvenientes, pero si eso es así Amistad era un disfraz usado por Conveniencia.
Amistad es anciana, por eso no entiende de teléfonos, nuevas tecnologías y mucho menos de redes sociales, por eso Amistad se encarga de marcar con Recuerdos su nombre en el corazón de las personas, para que así pueda viajar con uno de los suyos, un amigo.
Amistad es todo esto y mucho más. Desde aquí mando recuerdos, abrazos, besos a todos mis amigos, por haber confiado en mí, por haberme acompañado, por haberme marcado, recordado y querido.

Vuestra amiga Elen@

viernes, 28 de enero de 2011

Las Ilusiones Perdidas


No se van en trenes con maletas de cartón pero llevan sus bienes más preciados: un portátil, un móvil de última generación regalado por un familiar o conseguido a base de una lucha de puntos sin cuartel. Suelen tomar un vuelo de bajo coste, cazado pacientemente en las redes de Internet. Se van a hacer un máster, o han logrado una mal llamada beca Erasmus que costará a la familia la mitad de sus ahorros. Otras veces van a hacer de au-pair, de auxiliar de conversación, o a cualquier trabajo temporal. La familia va a despedirlos a la puerta de embarque y mientras se alejan disimularán unos su pena y otros su incipiente desamparo. "Es por poco tiempo -se dicen-. Dominarán el idioma, conocerán mundo... Regresarán en pocos meses". Hasta hace poco era un privilegio de los nuevos tiempos que les permitía gozar de una libertad sin límites, de un mundo sin fronteras, de una capacidad casi infinita de aprendizaje... Hasta que llegó la crisis y la maleta pareció distinta, la espera en la fila de embarque más embarazosa, la despedida más triste y el fantasma de la ausencia definitiva más cercano. No. No llevan maletas de cartón, ni hay aglomeraciones en el andén de la despedida. No se marchan en grupo, sino uno a uno. Aparentemente nada les obliga. Ha sido una cadena invisible de acontecimientos. Estuvieron allí hace unos años, o tienen una amiga que les ha informado de que puede encontrar algún trabajo con facilidad. No pagarán mucho, eso es seguro, pero podrán ganarse la vida con cierta facilidad... A fin de cuentas aquí no hay nada.
Y se marchan poco a poco, sin alboroto alguno. Un goteo incesante de savia nueva que sale sin ruido de nuestro país, desmintiendo la vieja quimera de que la historia es un caudal continuo de mejoras. No hay estadísticas oficiales sobre ellos. Nadie sabe cuántos son ni adonde se dirigen. No se agrupan bajo el nombre oficial de emigrantes. Son, más bien, una microhistoria que se cuenta entre amigos y familiares. "Mi hija está en Berlín", "se ha marchado a Montpellier", "se fue a Dubai" son frases que escuchamos sin reparar en el significado exacto que comportan. Escapan a las estadísticas de la emigración porque suelen tener un nivel alto de estudios y no se corresponden con el perfil típico de lo que pensamos que es un emigrante. Quizá en las cuentas oficiales figuren como residentes en el extranjero, pero deberían aparecer como nuevos exiliados producto de la ceguera de nuestro país.
En los tiempos de crisis que detallan cada euro gastado nadie computa los centenares de miles de euros empleados en su formación y regalados a empresarios de más allá de nuestras fronteras con una torpeza sin límites, con una ignorancia sin parangón. Menos aún se cuantifican el esfuerzo de sus familias, las ilusiones perdidas y sus sueños rotos en mil pedazos.
No llevan maletas de cartón, pero componen un nuevo éxodo que azota especialmente a Andalucía, que dispersa a nuestros jóvenes por toda Europa y gran parte del mundo, que nos priva de su saber, de su aportación y de su compañía. Pero, aparentemente nadie se escandaliza por esta fuga de cerebros, lenta pero inexorable, que nos privará de muchos de nuestros mejores talentos. Nadie protesta por esta nueva oleada de exiliados que son una acusación silenciosa del fracaso y de engaño. Se van en silencio por el túnel de embarque en el que les alcanzará la melancolía por la pérdida temprana de su tierra.
No son, como dicen, una generación perdida para ellos mismos. No son los socorridos ni-nis que sirven para culpar a la juventud de su falta de empleo. Son una generación perdida para nuestro país y para nuestro futuro. Un tremendo error que pagaremos muy caro en forma de atraso, de empobrecimiento intelectual y técnico. Aunque todavía no lo sepamos.

Concha Caballero (ELPAIS.COM)


lunes, 24 de enero de 2011

Viaje Inesperado.




Hoy volviste, hoy viajaste otra vez por aquellos parajes donde tanto aprendiste y viviste. Un recuerdo te ha llevado a un lejano pasado. No dista mucho de ti, a tan solo unos ficheros de distancia en tu memoria. Han vuelto los largos días de verano montando en bicicleta, o sus largas noches de cháchara en el pollete del arriate. Sus navidades, todos juntos, los sábados de invierno comiendo gusanitos escuchando esas historias que tanto te fascinaban y oyendo alguna que otra que aún no entendías. Fueron años felices, descubriendo tanta cosas, que aun a día de hoy te sirven. Fuiste envidiada por ese privilegiado lugar, pero tú supiste compartirlo con quienes de verdad se lo merecían. Pero llegó la partida, algo que no te gustó, pero debías afrontarlo y aprender a dejar en tu memoria este magnífico lugar. Y aún vive en ti. Incluso en sueños vuelves a él. Y es que algo que tanto has querido no puedes olvidarlo nunca. Bien, pues hoy volvía una vez más a ti. Esta vez llega cargado de ruidos. risa de niños, olores, a magdalenas recién hechas, y a sinsabores, a enfermedad, que tú no podías remediar con tan solo doce años.
Vuelve a ti, un viaje inesperado, un día inesperado.

domingo, 23 de enero de 2011

jueves, 20 de enero de 2011

Rutina


No nos damos cuenta, pero vivimos en una eterna rutina, rutina que nos hace ir a los mismos sitos, ver a las mismas personas, incluso decir las mismas palabras. La rutina nos envuelve, solo cuando un factor externo o interno nos interrumpe esa rutina somos capaces de ver lo que hay más allá de nuestro rutinario día a día. Es en ese momento cuando nos asomamos a la ventana y vemos a las personas caminar, siempre en las mismas direcciones, me atrevería a decir que si sus pasos pesaran y dejaran una marca, seríamos perfectamente capaces de decir lo que hace cada persona en cada momento del día. Esa rutina que nos hace ir a los mismos sitios, comprar los mismos productos, ver pasar los mismos coches a la misma hora, encontrarse con la misma persona a la misma hora en un banco dando de comer a las palomas o leyendo un libro. Con la rutina todo es más corto, la vida es más corta. La primera vez que hacemos un camino se nos hace largo,pero luego tras mucho recorrerlo se nos hace corto el tiempo que utilizamos para recorrerlo. Incluso los días parecen pasar más rápido y así cuando nos damos cuenta han pasado diez años de tu vida en los que lo único novedoso sucedió el primero de ellos.

Haz que tus pies dirijan tu vida, pero no siempre en la misma dirección.