Párate. Cierra los ojos. Piensa en blanco. Empieza a pensar que no hay metas, solo caminos. Querer llegar a ellas es como querer llegar al horizonte, nunca se llega porque nunca dejas de avanzar y tal punto se aleja conforme andas. Solo caminas por ese sendero, en el que ofuscado por encontrar el horizonte se te olvida el paisaje de alrededor. Costumbre común a todo ser humano, por cierto. Costumbre implícita en esta sociedad que llamamos moderna, en la que nos creemos superiores y dominantes de nuestros predecesores por tener de "todo" lo que ellos carecían. Seamos realistas...ellos se ríen de nosotros desde algún lugar remoto, se ríen de nuestras torpezas y de lo que nos falta: lupas.
Sí, lupas. Lupas para observar este maravilloso camino de rosas y espinas. De rosas para darnos felicidad y de espinas en la espera del momento de ser feliz. Lupas para fijarnos por donde pisamos, por lo que nos queda al lado o para saber mirar dentro de las personas, y a veces incluso dentro de nosotros mismos.
Miramos atrás y lo vemos antiguo y volvemos la vista al frente y lo vemos gris, concienciados de que nos toca vivir casi a oscuras, porque no llegamos, porque el horizonte corre, nos arrastra, pero nunca nos dejará alcanzarlo. Siendo así, hoy decido sentarme en esta piedra que acabo de encontrarme, ¿por qué no?. Desde aquí oigo todo lo que me rodea, le lanzo un guió al horizonte, con sorna, pretendiendo ser más lista que él. Me pongo mi sonrisa y preparo mi charla para el próximo que decida acompañarme a disfrutar de una vida.
Elen@
