Cinco de la mañana, suena el despertador. Demasiado temprano, pero hoy es un día especial, hoy es día de viajar a Dublín, el día de San Patricio espera, así que sin demora ni cansancio, saltas de la cama y empezar el día con ganas.
Esta fiesta es, para muchos, algo desconocido, pero para los irlandeses es una fiesta que viven por todo lo alto. La gente sale a la calle con su disfraz improvisado, con la cara pintada y con ganas de vivir ese día. Un desfile recorre las calles de la ciudad. Un desfile lleno de magia, con carrozas, música y acompañamiento de gente alegrando el momento. La gente se agolpa para verlo, y solo los más afortunados que han cogido un buen sitio pueden verlo en primera plana, los demás tendrán que conformarse con escuchar la música, subirse en cualquier edificio o sitio alto para poder disfrutar un poco de esta maravilla.
Una vez termina el desfile la cosa cambia, la gente baila en las calles, bien en cualquiera o en la zona del Temple Bar, uno de los lugares de marcha más conocidos de la ciudad. La música lo llena todo y la Guinnes empieza a pasar de mano en mano.
Una experiencia que recomiendo totalmente!!
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